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"El zumbido de las abejas: la voz de las flores"


Las abejas aparecieron en la Tierra hace 100 millones de años y hace 6.000 el hombre las descubrió. Veneradas por los antiguos egipcios como lágrimas de Ra, el dios Sol; su labor nos regala tesoros naturales: la miel, alimento de los dioses del Olimpo; y la cera de sus panales, símbolo sagrado del cristianismo como cuerpo de cristo en el Laus Cerei. De las abejas depende la supervivencia de la mayoría de los seres vivos. Cerca del 75% de los alimentos que consumimos y el 90% de las plantas silvestres dependen de su polinización. Por ello, la EarthWatch, en la Sociedad Geográfica Real de Londres, ha declarado a la abeja como el ser vivo más importante del planeta.


Abejas llevando polen a  la colmena
Abejas introduciendo polen en la colmena para elaborar "pan de miel", el alimento de las larvas.

Celebraban ya los romanos los "Dies Natalis Solis Invicti" cuando el sol vencía a la oscuridad partir del final del solsticio de invierno (21 de diciembre). En su periplo para ganar a la noche, la luz y vida, renuevan la tierra y llegado febrero, después de un invierno extremadamente seco y de engañoso sol, las abejas han comenzado temprano su remoción -se remueven del nido- animando a la reina a alumbrar tantos nacimientos como flores se presagian, quizás, prematuramente. Las viejas obreras, nacidas en el ocaso del otoño, baten fervorosamente los campos con sus últimos alientos vitales para aportar el imprescindible pan de miel a las nueva generación que continuará con el ciclo del espíritu de la colmena.

Atrás quedaron las noches gélidas en las que las temperaturas exteriores precipitaban el mercurio bajo cero, sometiendo al conjunto del pueblo de las abejas a devorar sus reservas de miel para poder agitar fervientemente sus cuerpos y así, mantener la temperatura del núcleo, en trono a su reina, por encima de los ideales 28º y en el peor de los casos, conformándose con no bajar de los mortales 14º, a partir de los cuales, la colonia sucumbe.


El milagro de la primavera


El poeta Luis Rosales decía que "las flores no tiene ni un solo día de descanso", las abejas tampoco, y entonan su zumbido merodeando por doquier en busca del cáliz acogedor de sus coloridas cómplices de existencia.


"Un viento casi escrito, una menuda

expectación de vida irreparable

y esta visión melódica y probable

del aire, al fin, en primavera muda.

Todo empieza a vibrar en la distancia,

y hay un olor de tierra hacia la infancia,

hay tibiezas de miel y establo viejo;

ya es nuestro el corazón, la sangre gira,

y en el latir del cielo abril se mira

igual que una violeta en un espejo”.


Luis Rosales: Sonetos de abril

De cómo vino alegremente la primavera



Yertos los campos en invierno, parece vana la esperanza de hallar ambrosía por las pequeñas pecoreadoras, que se lanzan a un viaje incierto en busca del tesoro floral. En su fervor recolector, olvidan que las tardes siguen siendo propiedad del álgido invierno y si no retornan impulsadas por los rayos del sol, sucumben irremediablemente antes de cumplir con su misión. En ocasiones, su tumba es la misma flor que le da alimento, en otras, las fuerzas le fallan a las puertas de la colmena.

Sin embargo, de forma sutil, el frío les ofrece diversas flores austeras y menos llamativas que sus hermanas primaverales, puesto que, al ser escasas, no necesitan competir con vistosos colores y embriagadores olores para ganar el favor de los también escasos polinizadores que acechan impacientes su explosión de fertilidad. Los vespertinos salgueros (Salix nigra, alba y caprea) son los grandes aliados de las laboriosas melíferas en esta época, seguidos de todo el elenco del subgénero Prunus como el salvaje guindo rabioso (Prunus avium L.) y endrino (Prunus espinosa) y en el ámbito agrario de los delicados almendros, ciruelos y albaricoquero. Sotobosque y praderío se suman al empeño revitalizante, romerales, “tamarillos” y crocus alivian la espera de la abundancia del florido mayo de tomillos y lavándulas.

Floración del sauce
Salix nigra. Los salgueros o sauces florecen a finales del invierno

La importancia de las flores tempranas


A las maravillas silvestres se suman los aportes de la jardinería de parques y jardines como el Brezo, el Vivurno o la Calendulas . Pero si la venturas y desventuras de las incansables golosas aladas no fueran suficientes, justo cuando cargado de elixir dorado, tímidamente, sin atreverse a elevarse demasiado, como si conocedor de su destino fuera, asoma el Diente de León (Taraxacum oficinales), llega la mano del humano y en su afán homogeneizador, arranca el impetuosos motor del cortacésped acabando indiscriminadamente con cualquier resorte de irregularidad de su ideal de pradera de impoluto tupido verde, dejando con “la miel en los labios”, a las rubias abejas y otros alados lamerones mientras aguardan la florida estación como “agua de mayo”.


El Diente de León aporta gran cantidad de néctar cuando apenas hay disponibilidad de otras flores
Abeja libando en un Diente de León.

Parece, por tanto, que el zumbido de las abejas no es suficiente para elevar el clamor de protesta y reivindicar el papel de las flores del pastizal contra el temprano jardinero, ávido de belleza regular, que olvida la prístina sutileza de lo efímero y desordenado ímpetu salvaje que toda flor guarda en su esencia. Sirva, por tanto, la presente para hacer un llamamiento a ayuntamientos, monumentos y demás gestores de vergeles urbanos para que frenen las podas y cortas hasta que, cuajadas las flores, tornen mustias.



"Las abejas necesitan visitar unos 4.000.000 flores para hacer un kilogramo de miel."


Tu granito de polen


Sabia es la naturaleza que orna con tempranas flores los desangelados campos de invierno, sabios seamos los humanos, cultivando en nuestros parterres flores ornamentales que sean útiles a los gentiles polinizadores como las mariposas, abejorros, sírfidos, libélulas y abejas entre otros, que, con su labor, hacen posible nuestro sustento con frutos y otras delicias vegetales.



El Vivurno, variedad lantana, florece en pleno invierno y es muy fácil de cultivar en jardinería.

Planta especies melliferas como la Mahonia (M. aquifolium), el Jazmín de invierno (Jasminum nudiflorum), la Borraja (Boragus officinalis) el Brezo (Erica carnea Vivellii) o la Calendula (C. officinalis) y tu jardín se llenará de visitas aladas.


Para saber más: lecturas recomendadas

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